Los 5 tipos de somníferos (y sus características)

Muchos tipos de fármacos se pueden utilizar para tratar el insomnio. Cada prescripción depende de las necesidades y particularidades del paciente.

Tipos somníferos

Según informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 40% de la población mundial presenta algún tipo de trastorno del sueño. Esta cifra (por astronómica que sea) no es de extrañar, ya que la dificultad para conciliar el sueño depende de factores a la orden del día en la actualidad. Algunos de los más comunes son la depresión, ansiedad, preocupaciones constantes o, en su defecto, una exposición prolongada a agentes que nos distraen a la hora de dormir (como móviles y tablets).

Tal y como indican organizaciones médicas, un ser humano adulto debe dormir de 7 a 9 horas diarias, mientras que un adolescente de 14 a 17 años debe aumentar este intervalo a 8-10 horas si es posible. Como podrás imaginar, no todo el mundo alcanza estas cifras de forma regular: por ejemplo, en Estados Unidos hasta 70 millones de personas adultas padecen algún tipo de insomnio.

Aquí es donde entran en juego los somníferos, una clase de fármacos psicoactivos cuya funcionalidad principal es inducir el sueño de quien los consume. A continuación, te presentamos los 5 tipos de somníferos (incluyendo los de venta libre) y sus características. No te lo pierdas.

¿Cómo se clasifican los somníferos?

En primer lugar, es necesario destacar que los somníferos son fármacos de la clase de los hipnóticos, con las funciones básicas de inducir el sueño en el hogar o promover una anestesia en un entorno quirúrgico. Estos medicamentos están muy emparentados con los sedativos, pero no cumplen exactamente la misma función.

Un sedativo (o ansiolítico) se consume con la idea de reducir el estrés, ansiedad, hipocondría y paliar efectos fisiológicos derivados de estos estados emocionales, entre los que se encuentra la contracción muscular involuntaria (son miorrelajantes). Por ello, aunque muchos de los fármacos que te vamos a exponer sean también utilizados para la depresión y la ansiedad, debes tener en cuenta que no se consumen de la misma forma ni con el mismo propósito.

Basándonos en esta premisa, siempre aclaramos que este tipo de oportunidades sirven como guía general, pero ni mucho menos sustituyen una visita a un psicólogo o psiquiatra: si sientes indicios de insomnio u otros desórdenes emocionales, acude al médico antes de adjudicarte por ti mismo un tratamiento. Una vez aclarado este frente, te contamos los 5 tipos de somníferos más comunes.

1. Somníferos de venta libre

Nos basamos en las indicaciones de la Clínica Mayo (una entidad clínica estadounidense) para mostrarte los beneficios y taras de los somníferos de venta libre. En primer lugar, debes tener en cuenta que ninguno de ellos es milagroso y que su efecto es muy limitado, ya que se venden sin receta. Algunos de ellos se muestran en la siguiente lista:

  • Difenhidramina: una droga antihistamínica, sedante e hipnótica. Además de para inducir el sueño, es útil frente a ciertos síntomas en pacientes alérgicos.
  • Succinato de doxilamina: se utiliza para el tratamiento del insomnio a corto plazo, aunque también se incluye en el abordaje de toses y resfriados leves.
  • Melatonina: es una hormona que se produce de forma natural en nuestro cuerpo a partir del triptófano. Ayuda a regular el reloj biológico, entre otras cosas.
  • Valeriana: es el extracto de una herbácea perenne. Muchos argumentan que ayuda a conciliar el sueño.

Muchas fuentes afirman que medicamentos naturales como la valeriana pueden ayudar a conciliar el sueño, pero otras investigaciones no han conseguido hallar correlaciones fehacientes, pues en ciertos pacientes no hay diferencias entre la administración de la valeriana o un placebo. ¿El efecto es 100% real o juega una parte importante la autosugestión de quien consume el fármaco? No podemos darte una respuesta segura, pero, claramente, ninguno de estos medicamentos es sustitutivo de los que vienen a continuación.

Algo similar ocurre con la melatonina. Se argumenta que es “posiblemente eficaz” para evitar los efectos del jet lag y el insomnio, pero decir que funciona en el 100% de los casos es faltar a la verdad. Es tan importante el fármaco como la dosis recetada a cada persona y el tiempo de administración, así que, si no controla las tomas un profesional médico y hace un seguimiento concreto del paciente, el efecto positivo puede ser nulo.

2. Benzodiacepinas

La benzodiazepinas o benzos (alprazolam, lorazepam, diazepam, bromazepam y muchas más) se utilizan generalmente para el tratamiento de los cuadros de ansiedad generalizada. Son depresoras del sistema nervioso central (SNC), pues potencian la inhibición mediada por el GABA, un neurotransmisor que reduce la actividad del SNC y bloquea ciertas señales del cerebro.

Esta acción farmacológica provoca en el paciente una reducción del ritmo cardíaco y la presión sanguínea, lo que se traduce en una mayor tranquilidad y facilidad para conciliar el sueño. Por desgracia, su uso no puede ser prolongado: causan adicción, tolerancia y efecto rebote si se abusa de ellas. Por ello, no se recomienda seguir con un tratamiento por más de 2 semanas y, si esto es necesario, se deben ir reduciendo las dosis en un 25% de forma paulatina.

Benzodiacepinas

3. Barbitúricos

Los barbitúricos son otra familia de fármacos depresores del sistema nervioso central, que tienen efectos de intensidad variable, desde la relajación hasta la anestesia total. El fenobarbital es uno de los hipnóticos más conocidos en el ámbito médico, ya que se usa para conciliar el sueño y controlar la ansiedad, pero también para controlar convulsiones y para paliar reacciones de dependencia en personas adictas a sustancias.

De todas formas, los barbitúricos ya no se usan en la farmacología general. Algunas veces generan efectos secundarios demasiado potentes, son muy adictivos y una sobredosis puede ser potencialmente letal. Por ello, estos fármacos se han reemplazado en casi todos los casos por las benzodiacepinas.

4. Metacualona

La metacualona es un medicamento con actividad sedante e hipnótica similar a los barbitúricos, ya que se trata de otro de los famosos depresores del sistema nervioso central. Es uno de los fármacos para el insomnio más conocidos por los más mayores, pues alcanzó su pico de uso en los años 60 y 70, donde se utilizaba sin mucha regulación para aliviar los cuadros de insomnio. A día de hoy, parte de su consumo se hace con fines recreativos de forma ilegal, pues las benzodiacepinas han eclipsado completamente a la metacualona.

Sus efectos son similares a los de otras drogas previamente descritas: reducción de la frecuencia cardiaca, parestesia (adormecimiento y cosquilleo de pies y manos) y somnolencia. De nuevo, también reporta los riesgos típicos de todo fármaco depresor del SNC, ya que una sobredosis es muy peligrosa y genera adicción si se consume de forma asidua.

Metacualona

5. Antidepresivos

El insomnio puede ser de inicio (dificultad para conciliar el sueño) o de mantenimiento (imposibilidad para mantenerse dormido), pero en ambos casos el estrés, la ansiedad, los pensamientos intrusivos y la incapacidad para gestionar las emociones suelen ser claros desencadenantes. Por ello, no es de extrañar que los antidepresivos se usen en muchas ocasiones para abordar el insomnio, junto con otros efectos derivados de los trastornos de ansiedad-depresión.

Los antidepresivos de tipo sedativos tricíclicos (doxepina y trimipramina) y los no tricíclicos (trazodona, mianserina y mirtazapina) suelen ser los fármacos más recetados para tratar el insomnio a largo plazo. En insomnio secundario a un trastorno depresivo, se le recetan al paciente las dosis habituales en tomas concretas, mientras que si este se presenta de forma crónica suele reducirse la dosis y se aconseja su administración antes de dormir.

Resumen

Como puedes comprobar, el mundo de los somníferos y sus tipos tiene un claro exponente máximo: las benzodiacepinas se llevan la corona en lo que a uso y efectividad se refiere, pues son las más recetadas para gestionar los cuadros nerviosos a corto plazo. Desde su aparición y ramificación en base a los requerimientos del paciente, los barbitúricos, la metacualona y otros muchos fármacos han caído en el olvido. Este tipo de medicamentos más potentes solo se usan en la actualidad en casos concretos o, en su defecto, para promover la sedación en ámbitos quirúrgicos por vía intravenosa.

Por desgracia, las benzodiacepinas generan tolerancia y dependencia a largo plazo. Por ello, todo tratamiento para el insomnio que requiera de su uso debe estar sujeto a prescripción médica y ser controlado por un profesional en todo momento. Nunca se debe prolongar su uso (aunque sea de forma interrumpida) por más de 8 semanas.

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