Garcilaso de la Vega fue un afamado poeta y militar español del llamado “Siglo de Oro” (un relevante periodo en el que afloraron las artes y las letras españolas).
Este fantástico escritor hablaba varios idiomas, entre ellos el francés o el latín, además sabía tocar el arpa y el laúd. Garcilaso de la Vega también estuvo relacionado a lo largo de su vida con numerosos nobles españoles tales como el rey Carlos I de España o Fernando Álvarez de Toledo, el gran duque de Alba.
Los mejores poemas y versos de Garcilaso de la Vega
¿Quién no ha oído hablar alguna vez sobre este respetado autor? Si vosotros sois de los que nunca habéis oído hablar sobre él o jamás habéis disfrutado de alguna de sus obras.
En el texto que encontraréis a continuación podréis descubrir 21 poemas de Garcilaso de la Vega que todos deberíaimos conocer.
1. Un rato se levanta mi esperanza
Un rato se levanta mi esperanza,
más cansada de haberse levantado,
torna a caer, que deja, a mal mi grado,
libre el lugar a la desconfianza.
¿Quién sufrirá tan áspera mudanza
del bien al mal? Oh, corazón cansado,
esfuerza en la miseria de tu estado,
que tras fortuna suele haber bonanza!
Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos
romper un monte que otro no rompiera,
de mil inconvenientes muy espeso;
muerte, prisión no pueden, ni embarazos,
quitarme de ir a veros como quiera,
desnudo espíritu o hombre en carne y hueso.
2. ¡Oh celos, de amor terrible freno!
¡Oh celos, de amor terrible freno
quen un punto me vuelve y tiene fuerte;
hermanos de crueldad, deshonrada muerte
que con tu vista tornas el cielo sereno!
¡Oh serpiente nacida en dulce seno
de hermosas flores, que mi esperanza es muerte:
tras prósperos comienzos, adversa suerte,
tras suave manjar, recio veneno!
¿De cuál furia infernal acá saliste,
oh cruel monstruo, oh peste de mortales,
que tan tristes, crudos mis días hiciste?
Tórnate al infierno sin mentar mis males;
desdichado miedo, ¿A qué viniste?,
que bien bastaba amor con sus pesares.
3. En fin, a vuestras manos he venido
En fin a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado
que aun aliviar con quejas mi cuidado
como remedio me es ya defendido;
mi vida no sé en qué se ha sostenido
si no es en haber sido yo guardado
para que sólo en mí fuese probado
cuánto corta una espada en un rendido.
Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y el aspereza
dieron mal fruto de ellas, y mi suerte:
¡Basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte!
4. La mar en medio y tierras he dejado
La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.
Ya de volver estoy desconfiado;
pienso remedios en mi fantasía,
y el que más cierto espero es aquel día
que acabará la vida y el cuidado.
De cualquier mal pudiera socorrerme
con veros yo, señora, o esperallo,
si esperallo pudiera sin perderlo;
mas de no veros ya para valerme,
si no es morir, ningún remedio hallo,
y si éste lo es, tampoco podré habello.
5. Amor, amor, un hábito vestí
Amor, amor, un hábito vestí
el cual de vuestro paño fue cortado;
al vestir ancho fue, más apretado
y estrecho cuando estuvo sobre mí.
Después acá de lo que consentí,
tal arrepentimiento me ha tomado,
que pruebo alguna vez, de acongojado,
a romper esto en que yo me metí.
Mas ¿Quién podrá de este hábito librarse,
teniendo tan contraria su natura,
que con él ha venido a conformarse?
Si alguna parte queda por ventura
de mi razón, por mí no osa mostrarse;
que en tal contradicción no está segura.
6. Escrito está en mi alma vuestro gesto
Escrito está en mi alma vuestro gesto, y cuanto yo escribir de vos deseo; vos sola lo escribisteis, yo lo leo tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto; que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma mismo os quiero.
Cuando tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir, y por vos muero.
7. ¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas!
¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.
¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíais de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llevadme junto el mal que me dejastes.
Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.
8. En tanto que de rosa y azucena
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto
enciende el corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.
9. Dentro en mi alma fue de mí engendrado
Dentro en mi alma fue de mí engendrado
un dulce Amor, y de mi sentimiento
tan aprobado fue su nacimiento
como de un solo hijo deseado;
más luego de él nació quien ha estragado
del todo el amoroso pensamiento:
que en áspero rigor y en gran tormento
los primeros deleites ha trocado.
¡Oh crudo nieto, que das vida al padre,
y matas al abuelo!, ¿Por qué creces
tan disconforme a aquel de que has nacido?
10. Gracias al cielo doy que ya del cuello
Gracias al cielo doy que ya del cuello
del todo el grave yugo he sacudido,
y que del viento el mar embravecido
veré desde la tierra sin temello;
Veré colgada de un sutil cabello
la vida del amante embebecido
en su error, y en su engaño adormecido,
sordo a las voces que le avisan dello.
11. Aquí donde el romano encendimiento
Aquí donde el romano encendimiento,
donde el fuego y la llama licenciosa
sólo el nombre dejaron a Cartago,
vuelve y revuelve Amor mi pensamiento,
hiere y enciende el alma temerosa,
y en llanto y en ceniza me deshago.
12. Estoy contino en lágrimas bañado
Estoy contino en lágrimas bañado,
rompiendo el aire siempre con sospiros;
y más me duele no osar deciros
que he llegado por vos a tal estado;
que viéndome do estoy y lo que he andado
por el camino estrecho de seguiros,
si me quiero tornar para huiros,
desmayo, viendo atrás lo que he dejado;
13. Llevadme a aquel lugar tan espantable
Llevadme a aquel lugar tan espantable
que, por no ver mi muerte allí esculpida,
cerrados hasta aquí tuve los ojos.
Las armas pongo ya, que concedida
no es tan larga defensa al miserable;
colgad en vuestro carro mis despojos.
14. Pensando que el camino iba derecho
Pensando que el camino iba derecho,
vine a parar en tanta desventura,
que imaginar no puedo, aún con locura,
algo de que esté un rato satisfecho.
El ancho campo me parece estrecho,
la noche clara para mí es escura;
la dulce compañía, amarga y dura,
y duro campo de batalla el lecho.
Del sueño, si hay alguno, aquella parte
sola, que es imagen de la muerte,
se aviene con el alma fatigada.
En fin que como quiera estoy de arte,
que juzgo ya por hora menos fuerte,
aunque en ella me vi, la que es pasada.
15. Si a vuestra voluntad yo soy de cera
Si a vuestra voluntad yo soy de cera,
y por sol tengo sólo vuestra vista,
la cual a quien no inflama o no conquista
con su mirar, es de sentido fuera;
¿De do viene una cosa, que, si fuera
menos veces de mí probada y vista,
según parece que a razón resista,
a mi sentido mismo no creyera?
Y es que yo soy de lejos inflamado
de vuestra ardiente vista y encendido
tanto, que en vida me sostengo apenas;
mas si de cerca soy acometido
de vuestros ojos, luego siento helado
cuajárseme la sangre por las venas.
16. Julio, después que me partí llorando
Julio, después que me partí llorando
de quien jamás mi pensamiento parte,
y dejé de mi alma aquella parte
que al cuerpo vida y fuerza estaba dando,
de mi bien a mí mismo voy tomando
estrecha cuenta, y siento de tal arte
faltarme todo el bien, que temo en parte
que ha de faltarme el aire sospirando;
y con este temor mi lengua prueba
a razonar con vos, oh dulce amigo,
del amarga memoria de aquel día
en que yo comencé como testigo
a poder dar, del alma vuestra, nueva
y a saberla de voz del alma mía.
17. Con tal fuerza y vigor son concertados
Con tal fuerza y vigor son concertados
para mi perdición los duros vientos,
que cortaron mis tiernos pensamientos
luego que sobre mí fueron mostrados.
El mal es que me quedan los cuidados
en salvo de estos acontecimientos,
que son duros, y tienen fundamentos
en todos mis sentidos bien echados.
Aunque por otra parte no me duelo,
ya que el bien me dejó con su partida,
del grave mal que en mí está de contino;
antes con él me abrazo y me consuelo;
porque en proceso de tan dura vida
ataje la largueza del camino.
18. Clarísimo marqués, en quien derrama
Clarísimo marqués, en quien derrama
el cielo cuánto bien conoce el mundo;
si el gran valor en que el sujeto fundo,
y al claro resplandor de nuestra llama
arribare mi pluma, y do la llama
la voz de vuestro nombre alto y profundo,
seréis vos solo eterno y sin segundo,
y por vos inmortal quien tanto os ama.
Cuanto del largo cielo se desea,
cuanto sobre la tierra se procura,
todo se halla en vos de parte a parte;
y, en fin, de solo vos formó natura
una extraña y no vista al mundo idea.
y hizo igual al pensamiento el arte.
19. Con ansia extrema de mirar qué tiene
Con ansia extrema de mirar qué tiene
vuestro pecho escondido allá en su centro,
y ver si a lo de fuera lo de dentro
en apariencia y ser igual conviene,
en él puse la vista: más detiene
de vuestra hermosura el duro encuentro
mis ojos, y no pasan tan adentro
que miren lo que el alma en sí contiene.
Y así se quedan tristes en la puerta
hecha, por mi dolor, con esa mano
que aun a su mismo pecho no perdona;
donde vi claro mi esperanza muerta.
y el golpe, que os hizo amor en vano
non esservi passato oltra la gona.
20. ¡Oh hado ejecutivo en mis dolores!
¡Oh hado ejecutivo en mis dolores,
cómo sentí tus leyes rigurosas!
Cortaste el árbol con manos dañosas,
y esparciste por tierra fruta y flores.
En poco espacio yacen los amores,
y toda la esperanza de mis cosas
tornados en cenizas desdeñosas,
y sordas a mis quejas y clamores.
Las lágrimas que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron,
recibe, aunque sin fruto allá te sean,
hasta que aquella eterna noche oscura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.
21. Echado está por tierra el fundamento
Echado está por tierra el fundamento
que mi vivir cansado sostenía.
¡Oh cuánto bien se acaba en solo un día!
¡Oh cuántas esperanzas lleva el viento!
¡Oh cuán ocioso está mi pensamiento
cuando se ocupa en bien de cosa mía!
A mi esperanza, así como a baldía,
mil veces la castiga mi tormento.
Las más veces me entrego, otras resisto
con tal furor, con una fuerza nueva,
que un monte puesto encima rompería.
Aqueste es el deseo que me lleva,
a que desee tornar a ver un día
a quien fuera mejor nunca haber visto.