Los 6 tipos de antidepresivos (y sus características)

Existen muchos tipos de antidepresivos, pero los ISRS son los que más se utilizan a día de hoy. Exploremos las diferencias entre los más frecuentes.

Tipos antidepresivos

La depresión es un trastorno mental frecuente, pues se calcula que 300 millones de pacientes en todo el mundo la sufren. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este síndrome es la primera causa de discapacidad en todo el mundo y, además, unas 800.000 personas se quitan la vida al año a causa de trastornos depresivos, al no recibir la atención médica adecuada.

La depresión va mucho más allá de la tristeza o la apatía: existen mecanismos fisiológicos subyacentes que la explican, al menos en parte. Por ejemplo, los niveles bajos de serotonina circulante (un neurotransmisor) ponen en riesgo a una persona de sufrir depresión, y ciertas neurotrofinas (como el factor neurotrófico derivado del cerebro, que fomenta el crecimiento neuronal) disminuyen su expresión en estados alterados de estrés y ansiedad, algo que podría vincularse con el estado depresivo.

Más chocante aún resulta conocer que el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) se muestra en niveles alarmantemente bajos en los cerebros de las personas que se han suicidado, independientemente de sus trastornos psiquiátricos. Estos datos y muchos más evidencian que, claramente, las hormonas, neurotransmisores, neurotrofinas y otras sustancias se vinculan a los estados depresivos, mucho más allá de un evento negativo en la vida de una persona.

Como hablamos de química dentro de nuestro propio cuerpo, debemos aceptar que a veces el tratamiento de los estados alterados provenga de la misma premisa: la química y la farmacología. Con base en esta idea tan necesaria, te contamos los 6 tipos de antidepresivos que existen y sus usos.

¿Cómo se clasifican los antidepresivos?

En la actualidad, unos 15,5 millones de estadounidenses llevan más de 5 años consumiendo antidepresivos, el triple que en el año 2000. Estos datos suelen presentarse en los medios no especializados como catastróficos, pero nada más lejos de la realidad: el problema es el conflicto social que causa la depresión y ansiedad, no los fármacos que ayudan a combatirla.

Por ello, si has acudido al psiquiatra y te han recetado un tratamiento con antidepresivos a largo plazo, no tengas miedo: algunos pueden presentar ciertos efectos secundarios, pero su consumo puede ser muy necesario para permitir a los pacientes superar un estado emocional que podría terminar en desastre sin esta ayuda química. Para ayudarte un poco a aliviar la incertidumbre, te contamos de forma cercana los 6 tipos de antidepresivos más comunes. Vamos a ello.

1. Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS)

Como hemos dicho con anterioridad, los niveles bajos de serotonina circulante y cerebral se vinculan usualmente a los trastornos de depresión. Los antidepresivos de tipo inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina (ISRS) bloquean la absorción de este neurotransmisor por parte de los cuerpos neuronales presinápticos, lo que permite el incremento extracelular de serotonina en la hendidura sináptica.

La serotonina modula muchísimos procesos en la mente humana, entre los que se encuentran el estado de ánimo, el deseo sexual, la atención, el sentimiento de recompensa y otras muchas emociones. Por ello, los fármacos que incrementan su concentración disponible se utilizan en trastornos como la depresión, en cuadros de ansiedad generalizada (ansiedad crónica por más de 6 meses), trastornos de la alimentación, TOC y otros eventos en personas con problemas de índole psicológica.

Estos fármacos han sido aprobados por la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos), así que no es necesario desconfiar de ellos, siempre y cuando un psiquiatra se lo haya recetado al paciente tras un análisis previo. Algunos de los nombres comerciales más comunes de ISRS son Celexa, Lexapro, Prozac, Sertralina y Citalopram, entre otros.

Prozac

2. Inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina (IRSN)

Son similares a los ISRS pero, como su propio nombre indica, también inhiben la recaptación del neurotransmisor norepinefrina, en conjunción con la serotonina. La norepinefrina es un neurotransmisor esencial que incrementa el ritmo de las contracciones cardíacas, mejora la atención, aumenta la presión arterial y los niveles de azúcar en sangre, hecho que se traduce en una mayor “actividad” del organismo a nivel fisiológico.

No es de extrañar, por tanto, que una falta de norepinefrina en el paciente se traduzca en fatiga, apatía, falta de atención y dificultad para la concentración, síntomas muy comunes en los trastornos depresivos. La venlafaxina y la duloxetina son los IRSN más comercializados para el tratamiento de la depresión.

3. Bupropión

Este fármaco forma parte de una categoría completamente diferente a los que te hemos descrito con anterioridad. El bupropión es un psicoestimulante, ya que inhibe ligeramente la captación de la norepinefrina y dopamina, pero no se ha demostrado su efectividad por más de 8 semanas de tratamiento, mientras que los ISRS e IRSN se recetan por meses e incluso años.

Cuando se usan medicamentos para tratar la depresión, un efecto secundario derivado muy común es la falta de deseo sexual en el paciente: no nos movemos en terrenos anecdóticos, pues se estima que del 30 al 60 % de los pacientes que consumen los fármacos previamente descritos sufren disfunción sexual. El bupropión se suele utilizar en aquellas personas que han experimentado este efecto por el consumo de otros antidepresivos, pues parece aumentar la líbido.

Bupropión

4. Antidepresivos tricíclicos

Estos fármacos reciben su nombre debido a su estructura química, ya que presentan 3 anillos en su composición, con nombres químicos tan rimbombantes como el siguiente: 3-(10,11-dihidro-5H-dibenzo[a,d]ciclohepteno-5-ilideno)-N, N-dimetil-1-propanamina (fórmula que corresponde a la amitriptilina).

Al igual que los medicamentos nombrados con anterioridad, estos limitan la recaptación de los neurotransmisores norepinefrina y serotonina, lo que permite el aumento de su concentración extracelular a nivel del encéfalo. De todas formas, la prescripción de estos medicamentos ha disminuido de forma importante desde la popularización de los ISRS, a partir de los años 90.

Esta disminución en su consumo se debe a que, generalmente, causan más efectos secundarios que los antidepresivos previamente descritos. Algunas de las molestias derivadas en pacientes pueden ser estreñimiento, sensación de sueño constante, visión borrosa, mareos esporádicos y otros eventos clínicos. Por todas estas razones y muchas otras más, a día de hoy no se suelen recetar.

5. Antidepresivos tetracíclicos

Como su propio nombre indica, estos fármacos están compuestos químicamente por 4 anillos en vez de 3. Los únicos ejemplos que podemos citarte en esta categoría son la maprotilina y la mirtazapina, pues el resto de variantes han sido retiradas del mercado o aún no se han comenzado a comercializar.

A diferencia de los antidepresivos tricíclicos, estos no inhiben la recaptación de serotonina, pero sí que realizan este trabajo con la norepinefrina. También actúan de diferente forma fisiológica con respecto al resto de fármacos nombrados, pero no vamos a detenernos en sus particularidades en lo que a mecanismo de acción se refiere.

6. Inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO)

En este último grupo encontramos a unos fármacos completamente atípicos en la lista, pues no impiden la recaptación de neurotransmisores a nivel neuronal. Los IMAOs inhiben la actividad de las enzimas monoaminas oxidasas, que catalizan la degradación de los neurotransmisores a nivel metabólico.

Debido a sus propiedades, han mostrado utilidad para tratar trastornos como la agorafobia, fobia social, crisis de pánico y depresiones atípicas. Los IMAOs pueden tener efectos adversos muy graves, así que solo se utilizan en cuadros clínicos donde el resto de antidepresivos no han surtido un efecto.

Sin ir más lejos, existen comidas (como quesos muy fuertes, carnes curadas, ciertas salsas, bebidas alcohólicas y otros) que pueden interactuar negativamente con estos fármacos, así que los pacientes deben seguir una dieta estricta. Por todos estos motivos, casi nunca son la primera elección a la hora de tratar la depresión.

IMAO

Resumen

Queremos aprovechar estas últimas líneas para realizar una pequeña reflexión que versa en la siguiente frase: los antidepresivos no son el enemigo. Es común ver cómo muchas fuentes tiñen a estos fármacos de negatividad y dependencia con estadísticas y cifras “alarmantes”, pero repetimos que el problema radica en los motivos que causan la depresión a nivel tanto individual como social, no en los medicamentos ideados para poder tratarla.

“Estar bien” muchas veces no se consigue intentándolo o solamente con ayuda psicológica, así que hay que acudir a compuestos químicos que ayuden a solventar las carencias fisiológicas derivadas (o causantes) de ciertos trastornos emocionales. A veces no hay otra, le guste o no al paciente, pues la preocupación por su salud y el peligro de un desbalance neurológico son mucho mayores que cualquier efecto secundario esperable de un ISRS o IRSN.

Por ello, esperamos que pronto llegue el día en el que un paciente pueda decir “tomo antidepresivos” sin que se haga un silencio sepulcral en la sala. Son fármacos que, como cualquier otro, se han ideado para tratar un desbalance fisiológico en el paciente y no dicen absolutamente nada de la persona más allá de la existencia de un problema, como cualquier otro que se trate con antihistamínicos, antiinflamatorios no esteroideos y un largo etcétera. Cuando la sociedad deje de estigmatizar los desajustes emocionales, podremos hablar abiertamente sobre ellos en entornos familiares y salvar más vidas.

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