Dolor de huesos: posibles causas, síntomas y tratamiento

El dolor de huesos puede ser agudo o crónico, considerándose del segundo tipo si se instaura por más de 3 meses sin signos de mejoría. Exploramos algunas de sus posibles causas.

Dolor huesos

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos musculoesqueléticos son un problema grave que requiere atención sanitaria global en todas las regiones del mundo. Se estima que 1.710 millones de personas sufren este tipo de patologías en el planeta y, además, son la principal causa de discapacidad en prácticamente todas las regiones.

El dolor lumbar se lleva el premio en lo que a prevalencia se refiere, pues afecta a unos 570 millones de personas en cualquier momento y lugar dados, o lo que es lo mismo, del 10 al 20% de toda la población general. Se espera que 8 de cada 10 personas suframos en algún momento de nuestras vidas un episodio agudo de lumbalgia, así que como especie, estamos más que familiarizados con el término y sintomatología del dolor de espalda.

De todas formas, la realidad es que existen más de 150 trastornos que afectan al sistema locomotor a nivel médico. El lumbago es uno de ellos, pero la fibromialgia, osteoporosis, artrosis, ciertos problemas metabólicos e incluso algunos tipos de cáncer pueden manifestarse con dolor de músculos y/o huesos. Hoy nos centramos en la parte “dura” de todo este sistema, pues te traemos las causas, síntomas y tratamiento del dolor de huesos. No te lo pierdas.

¿Qué es el dolor de huesos?

El dolor de huesos o dolor óseo puede ocurrir por muchos motivos concretos, como traumas físicos, infecciones, patologías asociadas con la edad, eventos emocionales o cáncer metastásico, entre otras cosas. De todas formas, a veces encontrar una causa concreta del dolor osteomuscular generalizado se antoja complejo, pues existen una serie de trastornos idiopáticos que generan malestar en el paciente sin un motivo aparente. Para que entiendas lo que queremos decir, te presentamos los 3 tipos de dolo que se conciben hoy en día:

Dolor nociceptivo o periférico: proceso neuronal normal por el que se codifican estímulos potencialmente dañinos. La respuesta inflamatoria es un ejemplo de ello y, en este caso, el dolor es directamente proporcional a la intensidad del evento nocivo. Dolor neuropático: en este caso, se producen daños claros en los nervios centrales o periféricos. A partir de aquí, el paciente siente más dolor de lo que debería e incluso estímulos inocuos le hacen daño (alodinia). Dolor centralizado: no existe un daño concreto que provoque el dolor, pero se cree que existe un desbalance en ciertas rutas de señalización neuronal que lo desencadenan.

A nivel inflamatorio, cabe destacar que los huesos del cuerpo están rodeados de nociceptores especializados (los vinculados al dolor), cuerpos nerviosos que se encargan de recibir las señales dañinas y enviarlas a la médula espinal, que terminan desembocando en regiones cerebrales como el tálamo, sustancia gris central y otras. Más allá de esta respuesta normal, cabe destacar que en modelos animales también se han detectado eventos neuropáticos que envuelven al tejido óseo y, en contadas ocasiones, no existe causa alguna del malestar. La fibromialgia es un claro ejemplo de ello.

Causas y tratamiento del dolor de huesos

Abarcar todas las causas de un dolor de huesos es difícil, pues estamos ante un tejido heterogéneo y variable en el tiempo que responde de forma diferente en cada caso a los estímulos ambientales. De todas formas, te presentamos algunos de los desencadenantes más comunes, con sus posibles abordajes farmacológicos.

1. Fibromialgia

La fibromialgia se define como un dolor osteomuscular difuso, generalizado y crónico que permanece en el paciente durante, al menos, 3 meses sin signos de curación. El enfermo siente una sensibilidad extrema (alodinia e hiperalgesia) a los estímulos normales, así que le duelen los huesos y músculos con una intensidad variable, pero no sabe por qué.

La prevalencia de este evento clínico en adultos se sitúa en el 2,4% de la población general, siendo mucho mayor en mujeres que en hombres. La fibromialgia juvenil (FJ) es aún más común, pues se estima que afecta al 3,7% de los niños y 8,8% de las niñas. Por desgracia, a día de hoy, no existe un tratamiento 100% efectivo en todos los casos, así que el abordaje debe ser multidisciplinar.

En primer lugar, suele recurrirse a fármacos que reducen el dolor de venta libre (ibuprofeno) o, si el dolor es excesivo, a otros más fuertes bajo receta (tramadol). En muchos casos también es necesario el consumo de antidepresivos tricíclicos, pues ayudan al paciente a dormir a pesar de su condición y le permiten combatir la fatiga crónica que presenta. Los anticonvulsivos también han mostrado cierto éxito a la hora de tratar pacientes con dolor neuropático, pero esto no se cumple en todos los casos.

Fibromialgia

2. Osteoporosis

Tenemos la preconcepción de que los huesos son tejidos inamovibles debido a su dureza, pero nada más lejos de la realidad. El 99% del calcio se encuentra almacenado en las estructuras óseas, así que como podrás imaginar, el tejido óseo se sintetiza y reabsorbe continuamente según las necesidades del individuo. El pico de masa ósea se alcanza a los 30 años, se sostiene durante unos 10 años y, por desgracia, a partir de la cuarentena los humanos empiezan a perder un 0,5% de masa ósea anual.

Esta pérdida de masa ósea hace que los huesos se vuelvan más débiles, y estos pueden sufrir mucho más que las estructuras óseas normales ante cualquier traumatismo. Es una patología mucho más común en mujeres que en hombres (en la menopausia la resorción ósea es muy agresiva) y afecta al 80% de las ancianas mayores de 80 años de edad. Como podrás imaginar, estos pacientes son mucho más proclives a sufrir roturas de cadera y eventos potencialmente mortales asociados al estrés mecánico.

Para evitar que el hueso pierda su fuerza, los médicos recetan suplementos de calcio y vitamina D, fármacos antirresortivos, agentes anabólicos y fármacos como el Romosozumab a los pacientes. El objetivo es que el hueso deje de perder consistencia y se fortalezca lo máximo posible.

3. Trauma físico

Como en cualquier otro tejido, un hueso responde con mecanismos inflamatorios cuando se lleva un golpe fuerte, lo que se traduce en dolor, amoratamiento, calor y/o enrojecimiento de la zona afectada. Existen muchos tipos de lesiones: abiertas, cerradas, con rotura, sin rotura, de tipo fisura, de tipo fractura, etc. No vamos a detenernos en las particularidades de estos eventos, pero cabe destacar que el único tratamiento posible en estos casos es acudir a urgencias para que un profesional valore el estado del paciente. Desde reposo a cirugía, los abordajes son múltiples.

Trauma físico

4. Infección

La osteomielitis es una infección súbita o de lenta instauración del tejido de los huesos y/o médula ósea (tejido interno de los huesos largos donde se producen todas las células sanguíneas). El causante de la patología en el 90% de los casos es Staphylococcus aureus, una bacteria que puede colonizar los huesos e instaurarse en ellos por vía hematógena, es decir, a través de los vasos sanguíneos.

La infección ósea provoca dolor extremo en los huesos largos, además de falta de funcionalidad de la extremidad afectada, fiebre, temblores, cojera y otros eventos clínicos asociados a una invasión bacteriana. Debido a la dificultad de acceso al hueso, el tratamiento se basa siempre en una terapia antibiótica (vancomicina, generalmente) que, en este caso, se puede prolongar de semanas a meses.

5. Cáncer

Nos reservamos este posible agente causal para el final, pues no es nada común que el dolor de huesos se deba a un cáncer. Los cánceres de hueso representan menos del 0,2 % de todas las neoplasias malignas, así que, salvo contadas excepciones, no se debe sospechar de uno.

De todas formas, lo que sí que es más común es que un cáncer metastásico se extienda a los huesos, debido a la cercanía anatómica con el foco tumoral. Es común que los cánceres de mama, riñón, pulmones y próstata se metastaticen a los huesos. Recordamos que un tumor metastásico en una estructura ósea no es un cáncer de hueso per sé, pues las células son las mismas que las causantes del tumor primario.

Cáncer óseo

Resumen

Como habrás podido observar, el dolor de huesos puede tener múltiples causas. Si este es crónico, la fibromialgia y la osteoporosis son los primeros agentes etiológicos que nos vienen a la mente, pues presentan una prevalencia relativamente alta en la sociedad general, sobre todo en algunos grupos etarios concretos (y en las mujeres).

Por otro lado, si este dolor es de instauración aguda y se asocia a un evento concreto, es posible que el paciente sufra los efectos de una lesión o una infección en los huesos. Que exista un tumor maligno en las estructuras óseas del cuerpo también es una posibilidad, pero es mucho menos común que los eventos citados con anterioridad.

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