25 grandes poemas de Gustavo Adolfo Bécquer

Repasamos los mejores versos de este irremplazable poeta romántico.

Poemas de Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) es uno de los poetas del periodo llamado “romanticismo” más relevantes, las influencias de este afamado poeta llegan incluso a día de hoy, siendo obligatoria su lectura en nuestro sistema educativo.

Este escritor sevillano alcanzó su mayor fama después de su propia muerte y su obra más influyente es la conocida por todos: “Rimas y Leyendas”, siendo esta muy recomendable para cualquier entusiasta del género.

Los mejores versos y poemas de Gustavo Adolfo Bécquer

¿A quién no le gustaría recordar alguno de los bellos poemas de este escritor? A continuación podéis disfrutar de 25 grandes poemas de Gustavo Adolfo Bécquer, que sin duda son muy interesantes y románticos.

1. Rima XXV

Cuando en la noche te envuelven

Las alas de tul del sueño

y tus tendidas pestañas

semejan arcos de ébano,

por escuchar los latidos

de tu corazón inquieto

y reclinar tu dormida

cabeza sobre mi pecho,

¡diera, alma mía,

cuanto poseo,

la luz, el aire

y el pensamiento!

Cuando se clavan tus ojos

en un invisible objeto

y tus labios iluminan

de una sonrisa el reflejo,

por leer sobre tu frente

el callado pensamiento

que pasa como la nube

del mar sobre el ancho espejo,

¡diera, alma mía,

cuanto deseo,

la fama, el oro,

la gloria, el genio!

Cuando enmudece tu lengua

y se apresura tu aliento,

y tus mejillas se encienden

y entornas tus ojos negros,

por ver entre sus pestañas

brillar con húmedo fuego

la ardiente chispa que brota

del volcán de los deseos,

diera, alma mía,

por cuanto espero,

la fe, el espíritu,

la tierra, el cielo.

2. Volverán las oscuras golondrinas

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a tus cristales

jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres...

ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día...

ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar,

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas

como se adora a Dios ante un altar,

como yo te he querido... desengáñate,

nadie te querrá.

3. Rima XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima

y... mi labio una frase de perdón;

habló el orgullo y enjugó un llanto,

y la frase en mi labio expiró.

Yo voy por un camino, ella por otro;

pero al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día?.

Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?. Es cuestión de palabras, y, no obstante,

ni tu ni yo jamás,

después de lo pasado convendremos

en quién la culpa está

¡Lástima que el amor un diccionario

no tenga donde hallar

cuando el orgullo es simplemente orgullo

y cuando es dignidad!

4. Rima XLV

En la clave del arco mal seguro

cuyas piedras el tiempo enrojeció,

obra de cincel rudo campeaba

el gótico blasón.

Penacho de su yelmo de granito,

la yedra que colgaba en derredor

daba sombra al escudo en que una mano

tenía un corazón.

A contemplarle en la desierta plaza

nos paramos los dos.

Y, ese, me dijo, es el cabal emblema

de mi constante amor.

¡Ay!, es verdad lo que me dijo entonces:

verdad que el corazón

lo llevará en la mano... en cualquier parte...

pero en el pecho no.

5. ¿Qué es poesía?

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas

en mi pupila tu pupila azul.

¡Qué es poesía!, ¿Y tú me lo preguntas?

Poesía... eres tú.

6. Rima LVI

Hoy como ayer, mañana como hoy

¡y siempre igual!

Un cielo gris, un horizonte eterno

y andar... andar.

Moviéndose a compás como una estúpida

máquina el corazón;

la torpe inteligencia del cerebro

dormida en un rincón.

El alma, que ambiciona un paraíso,

buscándole sin fe;

fatiga sin objeto, ola que rueda

ignorando por qué.

Voz que incesante con el mismo tono

canta el mismo cantar,

gota de agua monótona que cae

y cae sin cesar.

Así van deslizándose los días

uno de otros en pos,

hoy lo mismo que ayer... y todos ellos

sin gozo ni dolor.

¡Ay! ¡a veces me acuerdo suspirando

del antiguo sufrir!

¡Amargo es el dolor pero siquiera

padecer es vivir!

7. Rima I

Yo sé un himno gigante y extraño

que anuncia en la noche del alma una aurora,

y estas páginas son de ese himno

cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre

domando el rebelde mezquino idioma,

con palabras que fuesen a un tiempo

suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra

capaz de encerrarle, y apenas ¡oh! ¡hermosa!

si teniendo en mis manos las tuyas

pudiera al oído cantártelo a solas.

8. Rima II

Saeta que voladora

cruza, arrojada al azar,

y que no se sabe dónde

temblando se clavará;

hoja que del árbol seca

arrebata el vendaval,

sin que nadie acierte el surco

donde al polvo volverá.

Gigante ola que el viento

riza y empuja en el mar

y rueda y pasa y se ignora

qué playa buscando va.

Luz que en cercos temblorosos

brilla próxima a expirar,

y que no se sabe de ellos

cuál el último será.

Eso soy yo que al acaso

cruzo el mundo sin pensar

de dónde vengo ni a dónde

mis pasos me llevarán.

9. Los suspiros son aire y van al aire

¡Los suspiros son aire y van al aire!

¡Las lágrimas son agua y van al mar!

Dime, mujer: cuando el amor se olvida,

¿sabes tú a dónde va?

10. Rima XXIII

Por una mirada, un mundo,

por una sonrisa, un cielo,

por un beso... yo no sé

qué te diera por un beso.

11. Rima LXVII

¡Qué hermoso es ver el día

coronado de fuego levantarse,

y a su beso de lumbre

brillar las olas y encenderse el aire!

¡Qué hermoso es tras la lluvia

del triste Otoño en la azulada tarde,

de las húmedas flores

el perfume aspirar hasta saciarse!

¡Qué hermoso es cuando en copos

la blanca nieve silenciosa cae,

de las inquietas llamas

ver las rojizas lenguas agitarse!

¡Qué hermoso es cuando hay sueño

dormir bien... y roncar como un sochantre...

y comer... y engordar... ¡y qué fortuna

que esto sólo no baste!

12. Rima XXVI

Voy contra mi interés al confesarlo,

no obstante, amada mía,

pienso cual tú que una oda solo es buena

de un billete del Banco al dorso escrita.

No faltará algún necio que al oírlo

se haga cruces y diga:

Mujer al fin del siglo diez y nueve

material y prosaica... ¡Boberías!

¡Voces que hacen correr cuatro poetas

que en invierno se embozan con la lira!

¡Ladridos de los perros a la luna!

Tú sabes y yo sé que en esta vida,

con genio es muy contado el que la escribe,

y con oro cualquiera hace poesía.

13. Rima LVIII

¿Quiéres que de ese néctar delicioso

no te amargue la hez?

Pues aspírale, acércale a tus labios

y déjale después.

¿Quieres que conservemos una dulce

memoria de este amor?

Pues amémonos hoy mucho y mañana

¡digámonos, adiós!

14. Rima LXXII

Las ondas tienen vaga armonía,

las violetas suave olor,

brumas de plata la noche fría,

luz y oro el día,

yo algo mejor;

¡yo tengo Amor!

Aura de aplausos, nube radiosa,

ola de envidia que besa el pie.

Isla de sueños donde reposa

el alma ansiosa.

Dulce embriaguez

¡la Gloria es!

Ascua encendida es el tesoro,

sombra que huye la vanidad.

Todo es mentira: la gloria, el oro,

lo que yo adoro

sólo es verdad:

¡la Libertad!

Así los barqueros pasaban cantando

la eterna canción

y a golpe de remo saltaba la espuma

y heríala el sol.

-¿Te embarcas? gritaban, y yo sonriendo

les dije al pasar:

Yo ya me he embarcado, por señas que aún tengo

la ropa en la playa tendida a secar.

15. Fatigada del baile

Fatigada del baile,

encendido el color, breve el aliento,

apoyada en mi brazo

del salón se detuvo en un extremo.

Entre la leve gasa

que levantaba el palpitante seno,

una flor se mecía

en compasado y dulce movimiento.

Como en cuna de nácar

que empuja el mar y que acaricia el céfiro,

tal vez allí dormía

al soplo de sus labios entreabiertos.

¡Oh! ¡quién así, pensaba,

dejar pudiera deslizarse el tiempo!

¡Oh! si las flores duermen,

¡qué dulcísimo sueño!

16. Rima LV

Entre el discorde estruendo de la orgía

acarició mi oído

como nota de música lejana,

el eco de un suspiro.

El eco de un suspiro que conozco,

formado de un aliento que he bebido,

perfume de una flor que oculta crece

en un claustro sombrío.

Mi adorada de un día, cariñosa,

-¿En qué piensas? me dijo:

-En nada... -En nada ¿y lloras? - Es que tengo

alegre la tristeza y triste el vino.

17. Rima L

Lo que el salvaje que con torpe mano

hace de un tronco a su capricho un dios

y luego ante su obra se arrodilla,

eso hicimos tú y yo.

Dimos formas reales a un fantasma,

de la mente ridícula invención

y hecho el ídolo ya, sacrificamos

en su altar nuestro amor.

18. El arpa olvidada

De su dueña tal vez olvidada,

silenciosa y cubierta de polvo,

veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,

como el pájaro duerme en las ramas,

esperando la mano de nieve

que sabe arrancarlas!

¡Ay!, pensé, ¡cuántas veces el genio

así duerme en el fondo del alma,

y una voz como Lázaro espera

que le diga "¡Levántate y anda!"

19. Rima XLVII

Yo me he asomado a las profundas simas

de la tierra y del cielo,

y les he visto el fin o con los ojos

o con el pensamiento.

Mas ¡ay! de un corazón llegué al abismo

y me incliné un momento,

y mi alma y mis ojos se turbaron:

¡Tan hondo era y tan negro!

20. Rima XXII

¿Cómo vive esa rosa que has prendido

junto a tu corazón?

Nunca hasta ahora contemplé en el mundo

junto al volcán la flor.

21. Rima XLIX

Alguna vez la encuentro por el mundo

y pasa junto a mí

y pasa sonriéndose y yo digo

¿Cómo puede reír?

Luego asoma a mi labio otra sonrisa

máscara del dolor,

y entonces pienso: -Acaso ella se ríe,

como me río yo.

22. Rima XLIV

Como en un libro abierto

leo de tus pupilas en el fondo.

¿A qué fingir el labio

risas que se desmienten con los ojos?

¡Llora! No te avergüences

de confesar que me quisiste un poco.

¡Llora! Nadie nos mira.

Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.

23. Rima XCI

Podrá nublarse el sol eternamente;

Podrá secarse en un instante el mar;

Podrá romperse el eje de la tierra

Como un débil cristal.

¡todo sucederá! Podrá la muerte

Cubrirme con su fúnebre crespón;

Pero jamás en mí podrá apagarse

La llama de tu amor.

24. Rima XLII

Cuando me lo contaron sentí el frío

de una hoja de acero en las entrañas,

me apoyé contra el muro, y un instante

la conciencia perdí de dónde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche

en ira y en piedad se anegó el alma ¡y entonces comprendí por qué se llora!

¡y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor... con pena

logré balbucear breves palabras...

¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...

Me hacía un gran favor... Le di las gracias.

25. Rima XLVIII

Como se arranca el hierro de una herida

su amor de las entrañas me arranqué,

¡aunque sentí al hacerlo que la vida

me arrancaba con él!

Del altar que le alcé en el alma mía

la Voluntad su imagen arrojó,

y la luz de la fe que en ella ardía

ante el ara desierta se apagó.

Aun para combatir mi firme empeño

viene a mi mente su visión tenaz...

¡Cuándo podré dormir con ese sueño

en qué acaba el soñar!

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