5 formas de motivarte para hacer ejercicio

A veces necesitamos un pequeño empujón para animarnos a hacer ejercicio y empezar a estar en forma.

Para realizar ejercicio necesitamos una motivación.

Es tu hora de ir al gym y cualquier cosa te resulta más apetecible que pensar en ponerte a entrenar. Quizás fue un propósito en firme para el nuevo año pero ahora notas que pesan más las excusas que las ganas de practicar deporte. ¿Reconoces estos síntomas? Pues no lo pienses más: lo que necesitas es volver a motivarte para hacer ejercicio.

Quizás hasta ahora no te lo has planteado, pero siempre que decidimos hacer alguna cosa hay una fuerza impulsora que nos lleva a la acción, seamos o no conscientes de ello. Pues bien, justamente eso es la motivación. Pero en el caso concreto que nos ocupa, ¿sabrías decir qué es lo que te impulsa a actuar?

A continuación descubrirás 5 ideas que te ofrecemos para vencer a la pereza y recuperar nuevamente las ganas de entrenar.

5 formas de motivarte para hacer ejercicio

Cuando tomaste la decisión de incluir el deporte en tu día a día, probablemente estabas pensando en algún beneficio que te reportaría su práctica regular. Y es precisamente el valor que eso tiene para ti lo que te de verdad te motiva. Para la RAE, la motivación es el “conjunto de factores internos o externos que determinan en parte las acciones de una persona”.

No se trata de tener ganas para realizar una acción. Motivación es tener motivos. Otra cosa diferente es de qué tipo sean éstos, ya que en función de dónde se sitúe el foco de nuestro objetivo así nos influirá en la persecución de nuestros resultados. Por tanto, si lo que deseas es conseguir motivarte para hacer ejercicio nuevamente, presta atención a estas cinco pautas que te ofrecemos a continuación:

1. Iníciate con una actividad factible y que te guste

A veces sucede que, tras un momento de reflexión sobre las actividades deportivas que deseamos incorporar, en pleno momento de subidón nos decidimos por marcarnos metas demasiado complicadas de alcanzar en las fases iniciales de la adquisición del hábito.

La dificultad de mantener la constancia hacia objetivos aún lejanos puede llegar a minar nuestra motivación. Lo que probablemente vendrá a continuación será un nuevo abandono del ejercicio y un aumento de la frustración que cada vez hará más complicado encarar el reto sintiéndonos capaces.

Sin embargo, si para comenzar escogemos una actividad en la que priorice el hecho de que nos resulte atractiva, divertida o fácil, estaremos introduciendo un aliciente a nuestra recién estrenada motivación, y esto hará más probable que mantengamos la continuidad de nuestra práctica deportiva.

2. Identifica tu estado actual y visualiza tu objetivo

Puede resultarte muy útil indagar en cuál es tu estado personal actual para conformarte una idea clara de cómo estás a día de hoy y, a su vez, meditar sobre cuál es tu aspiración y visualizarla.

Por un lado, físicamente podrías prestar atención al estado de tu salud mediante aquellas apreciaciones que tú misma seas capaz de detectar (tu resistencia, tu agilidad, tu flexibilidad…), algunos indicadores medibles mediante indicadores bioquímicos (puedes pedir un análisis completo a tu médico) e incluso realizar una valoración con la técnica de bioimpedancia que te permita conocer tus proporciones de grasa-músculo, así como otros valores relacionados (por ejemplo, tu IMC) que completen la idea global de tu estado de salud.

Otra forma de motivarte para hacer ejercicio es preguntarte ¿cómo me encuentro por dentro? ¿Me gustaría mejorar mi estado de ánimo y mi autoestima? ¿Cómo podría trabajarlos? Porque no sólo se trata de identificar tu estado físico, sino también de conceder importancia a la transición que deseas hacer hacia un estado de mayor bienestar emocional.

Cada vez que percibas la pereza que te invade al pensar en hacer deporte, intenta visualizarte lo más detalladamente posible habiendo alcanzado tu estado deseado. Seguro que las excusas pasan a un segundo plano.

3. Establece tu propio plan de acción

Una vez identificados tus estados actual y deseado, márcate un plazo razonable para observar los avances que persigas. Piensa cuáles podrían ser las señales que te permitan conocer tus progresos teniendo en cuenta que han de ser fáciles de reconocer (por ejemplo, los kg perdidos, tus niveles de colesterol, el número de repeticiones que puedes alcanzar realizando una serie de ejercicios, los km recorridos...).

Subdividir tu objetivo final en etapas, así como el lapso de tiempo que te marcas para alcanzarlo, facilitará que puedas renovar tu compromiso contigo misma meta a meta y poder motivarte para hacer ejercicio durante el tiempo suficiente como para crear un hábito que pueda llegar a consolidarse (se recomienda alcanzar los 21 días para ello).

Para percibir de forma más palpable el camino de tus progresos, puede ser útil crear una línea de tiempo que tener a menudo a la vista. Intercala las subdivisiones que podrías hacer como retos a corto-medio plazo para renovar el ánimo a seguir cada vez que alcances alguno de ellos, incluso puedes concederte pequeños incentivos simbólicos que reafirmen cada nuevo logro.

4. Gamifica tu rutina

La diferencia entre lo aburrido y lo estimulante puede hacer que convirtamos algo rutinario en algo especial, y dejar para otros ese habitual paso de un todo-nada con el que se abandona con facilidad lo que se inició con ilusión en un momento de motivación.

Cuando hablamos de “gamificar” algo nos referimos a la capacidad de introducir dinámicas propias de un juego a situaciones que no son de por sí lúdicas.

Si consigues darle un sentido lúdico o generar una dinámica de reto que haga más interesante tu práctica deportiva, te asegurarás un motivo más con el que combatir la falta de ganas de entrenar.

Para ello, prueba a innovar en aquello que hagas, atrévete a introducir variaciones sobre la marcha y no olvides acompañarte de buena música o de alguien con quien puedas compartir tu momento de cuidado personal con el mismo entusiasmo que tú persigues.

5. Y si no encuentras la motivación, créala

Si el seguimiento de ninguna de las pautas anteriores consigue inclinar la balanza hacia encontrar el empuje suficiente para practicar deporte, no te conformes. Busca dentro de ti, incluso más allá pensando en los resultados que podrías obtener de forma secundaria y de cómo los disfrutarías. Dependiendo de donde pongas el foco de tu motivación, puedes contar con dos tipos distintos, y a cualquiera de ellos podrás recurrir cuando la necesites.

De esta forma distinguiremos entre motivación intrínseca (surge de lo más profundo de nuestro ser y es impulsora de la acción en sí misma sin necesitar incentivos externos. Ejemplo: hago ejercicio para sentirme con más vitalidad) y motivación extrínseca (persigue un beneficio externo al de la propia acción. Ejemplo: me apunté al gimnasio porque me ayuda a canalizar el estrés que me produce mi puesto de trabajo).

En definitiva, busca un objetivo con el que cada vez que lo recuerdes te haga brillar los ojos y agárrate a él, porque ése será tu verdadero motivo.

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